CIES La Revista de Psicomotricidad
  LOS DUELOS Y LOS TRASTORNOS PSICOMOTORES. Mtra. Nora del Carmen Flores García
 

Conferencia[1]

 

 

LOS DUELOS Y LOS TRASTORNOS PSICOMOTORES

 

Mtra. Nora del Carmen Flores García (2008)

 

 

Hace algunos años leí el encabezado de un artículo que decía: “Dolor de espalda, dolor del alma”. Tanto impacto causó en mi que le recuerdo hasta hoy, porque comencé a pensar justamente en la posibilidad de que el cuerpo hablara, de que el cuerpo pudiera expresar a través de su dolor, de su enfermedad, las cosas que se habían quedado atrapadas en el silencio de su pesar, de su sentir, de su inconformidad y de su llanto. Debo confesar que en ese momento no tenía idea de que era la Psicología, y menos aún la Psicomotricidad.  Sin embargo, al paso de los años y ya entrada en lo que hoy define mi perfil profesional, me fui dando cuenta de que efectivamente en muchos de los trastornos emocionales del niño, del adolescente, del adulto, esa frase era real: El cuerpo habla. Y cuando me adentré en la experiencia del trabajo y conocimiento del cuerpo a través de diferentes experiencias, sea personales y laborales, en el manejo de la Psicomotricidad, del trabajo con bebés a partir de la estimulación temprana, comprendí el sentido real de esa frase de años atrás.

 

Como tanatóloga, he podido identificar de manera mas clara este lenguaje, pues los cuerpos, las experiencias corporales y el llanto del cuerpo, se manifiestan de manera más clara, más transparente para aquel que no teme escucharles a través de la queja, del dolor, que no teme olerle a partir de sus secreciones tras la quimioterapia, las cirugías, las hospitalizaciones, las separaciones…

 

Hoy sabemos a partir de las experiencias que mis colegas y compañeros han señalado previamente, que el trabajo de la  psicomotricidad involucra diferentes áreas, tantas como aquellas que tienen que ver con el ser humano: El ámbito educativo, clínico, social, el hospitalario, el que nos involucra en el desarrollo del neonato y en la primera infancia, en la adolescencia, pero  hoy voy a adentrarme específicamente en el duelo.

 

Son muchos los tipos de duelo que guardan una estrecha relación con el trabajo del psicomotricista, algunos de ellos son:

 

- El duelo de los padres ante una situación inesperada o no aceptada por ellos: La lesión física o neurológica de su bebe (el bebe ideal) consecuencia de un mal manejo, negligencia médica, seguimiento inadecuado de la gestación, e inclusive, un bebe no deseado por uno o ambos padres.

- El duelo ante la pérdida  del hijo (bebe real), por diferentes circunstancias, como mencionó la Lic. Sanguinetti (2008) en su experiencia con bebes hospitalizados

- El duelo del psicomotricista ante la falla, la dificultad, lo irrealizable de su trabajo, la “pérdida” del paciente, del ideal y del real, que lo confronta con sus propias pérdidas, con su frustración.

- El duelo del niño, del adolescente, del adulto, ante la pérdida o la disminución de capacidades previamente adquiridas como consecuencia de un accidente, una enfermedad crónica o degenerativa.

 

Y entre otros más, el duelo que se experimenta, se contacta, se revive o se reedita en la experiencias psicoterapéuticas a partir de diferentes momentos y encuentros del psicoterapeuta y el paciente quien asiste a tratar algo que aparentemente nada tiene que ver con el cuerpo, sino con algo falto de comprensión, de conocimiento, que viene a descifrarse, a resolverse, a tramitarse a través de la consulta psicoterapéutica, que es justamente a lo que voy a referirme.

 

Sabemos que el tiempo en el inconsciente, no es el tiempo que puede medirse con un reloj. Es un tiempo ontológico y no cronológico, que de alguna manera marca de forma distinta los momentos y los registros que el inconsciente hace de las experiencias, de las simbolizaciones y las representaciones del mundo externo y su inserción en el mundo interno. En el duelo, justamente podemos percibir de manera mas clara la presencia de dichos tiempos, ya que para quien lo elabora o no, se juegan diferentes tiempos, diferentes momentos de la experiencia de pérdida. El tiempo cronológico marca que han transcurrido días, semanas, meses, años de la experiencia, pero el sujeto vive como si fuera el primer día la pérdida de aquello que como objeto le ha sido significativo. Para él, la sensación, el dolor, se sigue reviviendo de manera intensa hasta que gradualmente, en términos de Freud, se van desanudando los lazos libidinales que nos unen al objeto hasta que pasa a un plano pasado, con lo que han quedado libres los recursos para libidinizar a otros objetos. Todo esto cuando el duelo se resuelve de manera “normal”.  En este caso, el doliente llora, expresa su sentir, se aisla,  cambia sus hábitos alimenticios, se alteran los ciclos de sueño, todo esto por un tiempo que algunos autores ubican en el periodo de 6 meses a un año.

 

En el caso contrario, la experiencia se detiene, se anuda. La resolución de este duelo se da de manera anormal o patológica. El paciente sufre en silencio, continúa su vida de manera habitual aparentemente o bien se hunde en una sensación de pérdida total de si, y de su relación con el mundo externo, al que ahora vive carente de significado, carente de recursos que le anclen nuevamente a la vida, ajeno a si, y con la sensación de “estar muerto en vida”  estado al que Freud llamó “melancolía” y que es justamente la no resolución del duelo, que en casos extremos puede llevar al paciente al suicidio. Elizabeth Kubler-Ross ubica las diferentes etapas de elaboración del duelo normal en 5 fases:

 

1.                      Negación y Aislamiento: Cuando la experiencia es negada de manera consciente por el sujeto y que surge como una manera de proteger al paciente de la abrumadora e impactante noticia de la pérdida “No es cierto, esto no está pasando, no me está pasando a mí”

2.                      Ira: Cuando no se puede seguir manteniendo la primera fase de negación, es sustituida por sentimientos de ira, rabia, envidia y resentimiento. Surge la pregunta: ¿Por qué yo?

3.                      Pacto: Se busca una especie de acuerdo que posponga lo inevitable: “Si hago esto, quizás logre obtener una prórroga, quizás logre alguna ventaja ante lo inevitable”.

4.                      Depresión: La respuesta emocional ante la pérdida: el dolor, el llanto, el aislarse de los demás, el silencio.

5.                      Aceptación: No hay sentimientos de felicidad, solo es el reconocer, aceptar, el dolor ha desaparecido, la experiencia se ha integrado, sobrevive a la pérdida.

 

Podemos decir, que efectivamente, en el trabajo del cuerpo, del sentir del cuerpo, estas fases superadas en un duelo normal, o estancadas en el patológico, hablarán invariablemente con un lenguaje que requiere descifrarse, pues su aparición, su manifestación resultará desconocida y ajena para quien la experimenta y en cada cuerpo tendrá un simbolismo y dejará un impacto distinto. Es entonces el papel del experto, del psicomotricista, del psicoterapeuta en este caso, identificar y traducir esta experiencia que a simple vista puede resultar obvia para algunos, pero es desconcertante para otros.

 

Cuando Dulce llega al consultorio, referida por una homeópata comenta tener desde hace varios años un problema facial que le origina un temblor constante en el ojo izquierdo que le hace casi cerrarlo, con un lagrimeo continúo, sin tener antecedentes de parálisis facial o alguna enfermedad o afección neurológica que explicara dicha respuesta. Dulce es una mujer de 60 años, de aspecto agradable, amable, muy ansiosa y preocupada justamente por esta afección que le hace sentir incómoda, deprimida, ya que no le permite tener una vida tranquila pues además de las molestias físicas, cada vez que se mira al espejo observa esta asimetría en su rostro, lo que le provoca desánimo y tristeza. Cabe decir, que este movimiento no es continúo, que aparece y desaparece, y hay ocasiones dentro de la sesión en que es imperceptible. Dulce es maestra jubilada, casada con un profesor jubilado también con quien tiene ya casi 40 años de casada, que presenta un cuadro depresivo severo tratado psiquiátricamente y dos hijas ya mayores, solteras que son casi independientes. Es una mujer que proviene de una familia sencilla, producto del segundo matrimonio de ambos padres, quienes con hijos de sus relaciones anteriores, ven en Dulce y su hermana mayor, el fruto de un amor intenso que culmina literalmente hasta la muerte. La madre constantemente hizo comparaciones de Dulce con su hermana de quien decía que era amable, bonita, de lindo carácter, mientras refería que Dulce no era bonita, y que lo único que podía ayudarla era tener buen carácter pero que ni eso, por lo que le preocupaba su futuro y quien accediera a casarse con ella. Esta situación la ha marcado durante muchos años, de hecho, en alguna ocasión en la que le pregunta a su esposo que pensaba de ella, el le responde tras pensarlo que era una “buena mujer”. Se ha manejado ante los demás como una mujer inteligente, recta, amable, durante sus años como maestra logró hacer relaciones de amistad que hasta hoy perduran, y con desempeño laboral intachable. Sin embargo, no podía identificar porque era que presentaba este problema facial.

 

Las primeras sesiones Dulce lloraba continua e intensamente, lo que agravaba su movimiento facial al punto de casi tener cerrado el ojo por completo, lo que le deprimía más. ¿Qué era lo que originaba este movimiento, cual era realmente su dolor? 

 

Los padres habían fallecido hacia dos años atrás aproximadamente. Tras una enfermedad larga y dolorosa, dejando tras de si una serie de problemas familiares por los bienes, situación que le provocaba gran pesar, era una situación que a final de cuentas estaba resuelta. Aceptaba finalmente su muerte, y aunque era fuente de mucha tristeza y nostalgia, finalmente ella sentía que con sus padres había cerrado con todos sus pendientes y que no había nada que decir que no hubiera hecho en su momento. Aunque cualquiera pudiera pensar que ese era el motivo de este problema, el duelo por la pérdida de los padres parecía que había algo más.  La interpretación de esta pérdida no era suficiente para disipar esta molestia y esa sensación de angustia y pesar tan intenso.

                                               

Tras un tiempo de sesiones terapéuticas, Dulce comenta la presencia sumamente importante de un hombre significativo en su vida, a quien conoce cuando estaba casada y con una hija. Su matrimonio estaba pasando por una crisis importante debido al alcoholismo y la infidelidad comprobada de su esposo, habiendo hablado inclusive del divorcio. Entonces ella conoce a un profesor de la escuela en que trabajaba en ese momento, un hombre muy atractivo y cotizado por muchas profesoras, quien comienza a acercarse a ella y a invitarla a salir, identificándose intensamente con él. A su vez, el estaba casado, con hijos, pero igualmente con una relación poco satisfactoria. El le expresa continuamente su admiración y respeto, y sobre todo, lo hermosa e interesante que es para él, quien además de buena persona, la describe como alguien muy importante e íntegra para él. Al paso del tiempo, y tras una relación muy intensa y cercana, ella queda embarazada, lo que le lleva a plantearse la posibilidad de seguir con él o quedarse con su marido. Juan le ofrece la posibilidad de estar juntos, una vez que defina su situación legal, o apoyarle en la decisión que ella tome.

 

 Ella decide retomar su matrimonio y abortar, y sin aclarar nada se aleja de Juan, quien al paso de algunas semanas entiende la decisión de Dulce y la acepta. Sin embargo, súbitamente Juan presenta una infección aguda mal tratada en una Institución pública lo que le lleva a la muerte en el curso de 2 días. Cuando Dulce se entera, queda impactada por la noticia, la que recibe en su trabajo por uno de los alumnos quienes muy afectados asistirían al sepelio. Días después, uno de los hermanos de Juan se acerca a ella para decirle que en sus últimos momentos Juan le pide se acerque a ella para agradecerle todo lo que significó para él y le pide sea la única persona, además de su familia, que tenga una llave de la cripta para que pueda ir a verlo, sin que la familia sepa de esta situación.

 

Desde entonces, hace 33 años, ella no ha ido a verlo mas que una ocasión, y a nadie le ha hablado de esta relación, su esposo jamás supo de Juan, del bebé, ni de la decisión que ella dudó tanto en tomar y la cual hizo solo pensando en la hija que tenía en ese momento. 

 

Durante el tratamiento, tras analizar las circunstancias, su deseo, sus temores, la carga de este aborto, del silencio ante su esposo, de la intensidad de su amor hacia Juan, reflexiona y concluye que una de las cosas mas dolorosas para ella fue haber dejado al único hombre que siempre la vio hermosa y que respetó y guardó hasta el final en silencio lo que había entre ellos, sobre todo por ella y su matrimonio. Durante el tiempo que hemos trabajado, se pudo observar en primer lugar, el duelo reprimido, guardado, sepultado igual que Juan, en la vida de Dulce, que nunca pudo llorar, que nunca pudo gritar. En segundo lugar, la culpa ante la decisión de quedarse y de abortar, hecho que nadie conocía hasta la sesión, y que le hacía sentirse muy responsable ante sus hijas, ante ella, ante sus amistades y sus padres, ante su esposo. Dulce comienza a  trabajar sobre el duelo 33 años después, detonado por la pérdida de sus padres y al llorar abiertamente a Juan, al llorar abiertamente su bebé, al llorar abiertamente su dolor, al reconocer la culpa, la vergüenza, y el amor que le dejo esta experiencia, Dulce gradualmente va dejando atrás el movimiento de su ojo, el cual deja también de llorar y logra un aspecto simétrico y relajado.

 

Sus ojo deja de llorar cuando se permite abiertamente llorar por algo que le hacía sentir avergonzada, pero también con gran nostalgia y dolor ante la pérdida del hombre que la amó y le reconoció  ser hermosa, mas que ninguna, durante su vida.

 

Dulce ha cambiado su aspecto depresivo, no llora mas en silencio, puso voz a ese llanto y logró que ese dolor del alma tuviera voz, presencia, congruencia, y la elaboración de un duelo que le llevó a entender, aceptar y explicarse a si misma su decisión, su reelección y las consecuencias del mismo,  lo que era mas congruente con sus principios y las demandas de su familia y de ella misma.

 

El trabajo del psicoterapeuta es justamente darle voz al silencio, darle sentido al sin sentido, darle marcha al reloj, pues podemos entender justamente y en palabras de la Dra. Fanny Blank, que el duelo que no se elabora es el detener del tiempo interno, el que se ha permanecido irrepresentable y que justamente impide la superación del mismo. En el espacio psíquico, el tiempo cronológico es uno, el tiempo interno es otro. Quien a través de la psicoterapia trabaja con el cuerpo interno, intenta coincidir ambos tiempos, interno y externo en una consonancia que armonice con el cuerpo real, con el cuerpo físico, el de afuera, el que pone voz a través de su dolor, un dolor que quienes trabajamos con el alma tenemos que entender y que hacerle un espacio, un espacio en lo real, en el tiempo y en la traducción y el análisis del mismo.

 

Solo así, la experiencia de vivir, la experiencia del sentir, nos convierte en vivientes intensos, en lo que finalmente nos hace pasar por el mundo y trascender a través de lo que infinitamente hemos sentido.



[1] Presentada en el Congreso Internacional de Psicomotricidad, 2008, Guanajuato, México.

 
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